La pandemia de coronavirus ha hecho pedazos la supuesta autoridad “total” que Donald Trump se arrogó el 14 de abril. Los gobernadores de los Estados -quienes verdaderamente poseen la potestad para levantar los confinamientos o restricciones impuestas- han ido desvelando sus planes contra la enfermedad, en algunos casos en contra del criterio del presidente norteamericano.
En California, la locomotora económica del país, la orden de cuarentena estatal perdura desde el 20 de marzo. “No hay fecha (para levantarla)… tenemos que mirar todos los días los datos”, afirma el gobernador, el demócrata Gavin Newson. Convirtió a su Estado en el primero que se blindaba ante el Covid-19. Actualmente, contabiliza 50.470 contagiados y 2.057 muertos por coronavirus, sólo por detrás de Illinois, Massachussets, New Jersey y Nueva York, el Estado más afectado.
“La gente está inquieta y nerviosa; quiere salir. Hace muy buen tiempo para pasarse el día en casa. Especialmente aquí”, afirma Mayra Preciado, una joven estadounidense que reside en San Diego. Habituada a una bulliciosa vida social, la ciudad costera ofrece estas semanas una imagen extraña. No osbtante, sus habitantes pueden dar paseos o salir a correr incluso dentro de las playas; sentarse en la arena no está permitido aún, en cambio.

Mayra ha comprobado de primera mano los efectos de la pandemia. Trabaja como administrativa en el centro médico de un campus universitario. “La gente sólo viene si es estrictamente necesario. Hemos pasado de atender a 100 pacientes al día a unos 20. Además, estamos unas 200 de las 10.000 personas que trabajaríamos en condiciones normales en el campus”, cuenta. Su empresa está animando a los trabajadores a tomar ahora vacaciones para evitar despidos.
Este resentimiento de la actividad económica ha incrementado la presión sobre el gobernador Newson para que reabra la potentísima economía estatal (Silicon Valley, Apple, Hollywood). “Es demasiado pronto para abrir. Habrá un rebrote y tendremos que cerrar de nuevo y pasar por lo mismo”, sostiene Mayra.
Otros no piensan igual. Con pancarta o bandera estadounidense en mano, y convocados a través de las redes, centenares de personas se han manifestado los dos últimos fines de semana en San Diego y otros puntos del Estado para exigir el fin de la cuarentena. A nivel institucional, varios condados rurales y ciudades se han opuesto a las medidas de confinamiento. Además, centenares de miles de bañistas se han congregado también este fin de semana en las playas del condado de Orange, al sur de California, después de que las autoridades locales aliviaran las restricciones.

La otra cara de la moneda es Oklahoma. Tocada por el desplome del precio del petróleo, uno de los pilares de su economía, este Estado sí ha reabierto la actividad, aunque de forma parcial. No ha estado sujeto a una cuarentena formal, pero sí ha aplicado restricciones a negocios (peluquerías, salones de belleza o peluquería canina) que comenzaron a levantarse el día 24, en la primera de las tres fases de las que constará su proceso de desconfinamiento.
Ciudades como la capital del Estado (Oklahoma City) no aplicarán estas medidas hasta hoy, 1 de mayo, al haberlo dispuesto así sus dirigentes en contra del criterio del gobernador, el republicano Kevin Stitt. Aunque algunos propietarios no van a reabrir, de momento, ante el miedo a exponerse al virus. La disparidad de criterios respecto al levantamiento de las medidas es una constante a lo largo y ancho de Estados Unidos. Hoy se espera que reabran a nivel estatal cafeterías, cines, gimnasios o recintos deportivos. Oklahoma registra 3.618 contagiados y 222 muertos por coronavirus.

Loarre Andreu reside desde hace cinco años en Norman, una de las ciudades en las que se está optando por una vuelta a la normalidad más pausada, al estilo de Oklahoma City. Investigadora en la Universidad de Oklahoma (OU), esta aragonesa enfatiza la dificultad que entraña la reapertura económica.
“En un tiempo veremos si se ha acertado. Dependerá de si hay una nueva oleada de contagios. Puedo entender que haya gente agobiada que pida la reapertura. Se depende mucho más del trabajo que en España; se necesita para tener un seguro médico que te cubra, por ejemplo, ya que el sistema sanitario no es público. Hay que trabajar. Pero no creo que estemos preparados todavía. El acto de salir es un poco egoísta, porque se puede contagiar a los demás”, explica.
También en Oklahoma se han manifestado aquellos que veían en las restricciones un ataque a la libertad que promulga la Constitución. El 15 de abril, cientos de coches se reunieron en los alrededores del Capitolio de Oklahoma City, sede del Ejecutivo estatal, para exigir una reapertura que ya está en marcha.

Loarre se aleja de la imagen arquetípica de los manifestantes que ofrecen los medios.“La figura del manifestante que apoya a Donald Trump, que siempre va a querer abrir todo antes, es muy mediática. Pero también hay gente que lo está pasando mal, partidaria de abrir, que no va a manifestarse, sea por las razones que sean. Quizá se exprese online”, dice.
Los dirigentes de Estados Unidos buscan, cada a uno su manera, la solución para volver a la vida normal inmersos en una oleada de presiones y fuerzas contrapuestas. Y seguidos muy de cerca por el presidente, que azuza a la opinión pública a golpe de tuit («LIBERATE MICHIGAN!», «LIBERATE VIRGINIA!», «LIBERATE MINNESOTA!) o declaración pública sin más cartas que jugar. La gestión de esta crisis puede ser clave de cara a su reelección en noviembre frente a Joe Biden, el aspirante demócrata. Trump ha descubierto que no es el Rey Sol.