Opinión

La disyuntiva del feminismo

El otro día tuve mi primera refriega feminista. Me encontraba en uno de mis momentos de reflexión; la cuarentena está propiciando muchos. Subí a Instagram una historia con lo que venía rondando mi cabeza: la paradoja de que, a veces, el ser humano no es lógico. De que le atrae más el misterio que la verdad. De ahí las teorías conspiranoicas relativas al origen de la Covid-19 o las atractivas piruetas de algunas fake news para calar en el lector. Quise comprobar mi teoría y subí a la red de la camarita una foto de una chica cualquiera vestida con unos shorts y un sujetador negro, ambas prendas cubiertas por una fina tela transparente negra, con la pregunta: ¿Es más sexy insinuar o enseñar?

Pronto, una amiga me reprochó mi actitud por iniciar ese debate. Calificó mi comportamiento de “misógino” y afirmó que estaba sexualizando a las mujeres. Es decir, que las dotaba de un carácter meramente sexual y pasivo, que las privaba de su voz. Que sólo me importaba el físico, vamos. Por último, me acusó de fomentar la cultura de la violación con mi encuesta. Ahí decidí no responder más y así se lo hice saber. También me entristeció, e influyó en mi decisión, pensar que el uso de palabras y conceptos tan gruesos casi a las primeras de cambio contribuye a frivolizar un tema tan serio.

El feminismo, el altavoz de los derechos de la mujer/Freepik

Han pasado más de 48 horas del incidente y, ahora, comprendo su punto de vista. Podía haber elegido otra forma de ilustrar mi concepto, pero elegí ese. Quizá no fuese el más acertado. Estuve influenciado por los días de cuarentena y la educación y referentes que me han brindado colegio, familia, amigos, así como la industria de la comunicación en su conjunto. Véase el porno más común.

Por otro lado, también veo conveniente matizar que ambos sexos sexualizan al otro en aquellas relaciones interpersonales que quieren ir más allá de la amistad. Especialmente, en las primeras etapas de la adolescencia. Aunque predominante en el sector masculino, es verdad, la carne por la carne, porque sí, por su erotismo, es un leitmotiv recurrente en la historia de la Humanidad.

Parto de la base de que cualquier mujer es libre para vestirse como quiera y que su vestimenta no puede ser nunca objeto de pregunta o recelo en casos de acoso, abuso o agresión sexual. Siempre lo he pensado y pensaré, de ahí que esas palabras me sentaran como una patada en mi aparato reproductor.

También me dio mucho que pensar sobre el rumbo que debe tomar el movimiento feminista. ¿Calidad o cantidad de sus partidarios? ¿Qué es mejor? Definitivamente, esta última opción. Es una lástima que sea casi imposible aglutinar ambos aspectos. No cabe otra respuesta ante las desoladoras cifras de mujeres asesinadas por violencia de género año tras año o el crecimiento de las conductas machistas entre los más jóvenes.

Imagen de dos mujeres sosteniendo un lazo morado/Freepik

De nada servirá que un hombre sepa identificar hasta las formas más sutiles de machismo si está rodeado de amigos que incluyen en su vocabulario cotidiano términos como ‘feminazi’. Es aquí donde el feminismo, con ayuda de los hombres también, debe hacer su mayor esfuerzo para convencer a todos de que es una lucha justa y necesaria.

No conseguirá -presumiblemente- este objetivo con un lenguaje beligerante y culpabilizador como el de algunos sectores de este movimiento. ¿Cómo va a persuadir a los varones, el 49% de la población española, de que pierdan algunos privilegios de una manera que sólo genera confrontación y posturas aún más enconadas? ¿Cómo explicarles que son tan suyas como de ellas las responsabilidades domésticas, la crianza de los niños y un largo etcétera de tareas de las que históricamente se han ocupado las mujeres en mayor grado? Definitivamente, con mano izquierda, argumentos y calma.  

Si esto te ha gustado, te gustará...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *